Montañas, barrancos, viajes...Montañas, barrancos, viajes...
 RAM RAM
Saturday 6 de September de 2008, 01:02:16
La Morada de los Espíritus.
Tipo de Entrada: RELATO | 1623 visitas

Esta aventura/insensatez sucedió -creo- en 1987. Si alguien del grupo protagonista de esta historia ve estas imágenes, que me corrija, la memoria no es mi fuerte. Por suerte y gracias a la tecnología, ahora la estoy recuperando, con un scanner de diapositivas. Para situarnos en el espacio y en el tiempo, es importante saber, que podías hacer un descenso de 8 ó 10 horas y no encontrar a nadie en su recorrido, tan sólo de tanto en tanto algún grupo de franceses. Lógicamente fueron ellos los que trajeron el juego y lo popularizaron. Aunque para ser fieles a la historia fueron "Espeles" españoles los primeros en ascender el Mascún. Hubo un momento en que la espeleología no sólo bajaba simas o recorría cuevas y galerías; un día les dio por subir barrancos por su cauce, sobre todo que no falte humedad y agobio por todos lados. Es un gustazo ver nacer un deporte participando de él, el aspecto aventura, el entorno solitario (a excepción de la fauna autóctona), el factor sorpresa, la falta de escapatoria, el no retorno, nos hacía generar adrenalina de manera constante. Por entonces no existía el -concepto marketing "SPORTS D'AVENTURA"-, ni estaban los trajes específicos para barrancos, tenías que pedir prestado un traje de buceo o comprarlo sin más. El material técnico de que disponíamos lo aportábamos de la afición a la Espele y la escalada.

Me gustaría ser preciso sólo en lo fundamental y que este pequeño relato se interpretara en su contexto y sin prejuicios, ya que no todo lo que bien empieza, acaba bien y esta historia empezando mal fue bendecida por los espíritus que allí habitaban.

En la zona de Guara aquella semana había llovido en abundancia, siendo nosotros ajenos a esta circunstancia. No pensamos, que después de lluvias, el caudal de un barranco puede tardar días en disminuir, pero bueno tampoco teníamos conciencia dónde íbamos, a excepción, de un integrante del grupo de 6 que formábamos, que algo había hecho, o algo le habían contado sobre esta afición. Al compañero totalmente irresponsable que nos guiaba y con el que luego estuvimos algunos años descendiendo barrancos, le agradezco la osadía que nos llevó a conocer "algo nuevo".
Salimos de Barcelona posiblemente un viernes, haciendo noche en un pequeño pueblo de Lleida donde un conocido nos dio alojamiento. Ese mismo día fue necesario realizar un improvisado curso de rapel, instalando la cuerda en un pequeño puente de una carretera poco transitada. 

La fascinación de este relato nace de la precariedad, ya que este grupo de "profesionales" estaba formado por tres parejas de lo más variopinto, desde ex boy scouts, excursionistas y salseros, algo iniciados en la Espele y la escalada prehistórica, hasta una compañera muy urbanita a la  que el sólo el aletear de una frágil mariposa junto a ella  provocaba un grito de terror seguido de espasmos y convulsiones. Aquel día sabía que no me iba a aburrir, era de largo la más graciosa del grupo, pero tenía un problema, no sabía rapelar; tampoco alguno más del grupo, como se puede ver en las fotos, y entre risa y risa a los Espíritus del Mascún les chasqueaban los dientes ante nuestra cercana visita.

Creo que llegamos un sábado de buena mañana a Rodellar, y antes de entrar en el pueblo estacionamos los vehículos junto a la carretera. Allí esparcimos por el suelo todo el material de que disponíamos, lo justo, dos o tres cuerdas, un arnés para cada uno, y los ochos y mosquetones obligados. También recuerdo un par de bidones y que en uno de ellos guardaba una Nikon Reflex de carrete claro, que fue testigo mientras pudo de esta historia. Por cierto de Neopreno -Cero Patatero-, las playeras, el bañador y en calzoncillos, (la prueba justa para entrar en los Marines U.S.A.)
Una vez repartido el material en las respectivas mochilas iniciamos con paso decidido el encuentro con nuestro destino. De pronto mire hacia el suelo echando una ojeada al calzado de la expedición, el mejor llevaba zapatillas de básquet tipo AllStar, el resto, zapatillas de lona y algunas, sandalias taconeras trasparentes tipo Benidorm años 60, en fin, ya estaba pasándomelo bien.

En la misma entrada de Rodellar y antes de cruzar el pueblo para acceder al fondo del barranco notamos un tumulto de gente nerviosa, parroquianos del lugar, un helicóptero de la Guardia Civil, equipos de rescate, y el comentario que flotaba en el aire, -como un aviso-, de que en las Gorgas Negras había dos compañeros, desgraciadamente fallecidos bajo una de las cascadas. Supongo que un ocho corrido sería el causante junto al elevado caudal del momento, creo que llevaban 2 días esperando ser rescatados.

En el cuadro empezaba a dibujarse una escena de tintes dramáticos ( Estoy seguro que os hacéis una idea, los barranqueros sobre todo, de lo que supone bajar un río con exceso de agua y de la dificultad de realizar un rescate).
El caso es que nosotros a nuestro rollo, ajenos a la realidad cruzamos el tumulto nos adentramos en el pueblo y seguidamente unas lugareñas se cruzan en nuestro camino y con pánico en sus rostros nos increpan en voz alta y con lamentos !!!NO, NO LO HAGÁIS¡¡¡ Intentando detenernos.
Yo no daba crédito a todo aquello, ni siquiera conocía el significado árabe de la palabra Mascún, ni el significado de nada, algo no iba bien, pero no sabía el qué, será esto Biosurrealismo, me preguntaba desconcertado. Luego Alguien dijo -no pasa nada, no pasa nada-, y continuamos nuestro camino adentrándonos en el maravilloso cauce.

Más adelante ya sabéis, cruzando el río por encima de las piedras para no mojarnos los pies, La Ciudadela con la Cuca, el repechón de narices que nos eleva en el valle, mientras desde las buitreras el griterío alertaba de nuestra presencia. Luego el camino se hace más placido, las encinas, el cañón y sus formaciones, puro arte contemporáneo cincelado por el agua.
Ya estaba acordado bajar por Raisin, como si eso pudiera evitar la parte más dura del río, e iniciamos el descenso. Nos acompañaba algo de agua por la lluvia de días anteriores, teníamos el sol de nuestro lado y la diversión estaba asegurada. Recuerdo más de un rapel en el Raisin, sobre todo, uno de unos 30m. donde empezaron las complicaciones... Ya no había marcha atrás, o por lo menos si había una salida, no la conocíamos y la simpática (Merche) -y lo de simpática lo digo de todo corazón, que lo era, y me supo muy mal lo que llegó a sufrir-, pero hacerla bajar por allí fue todo un proceso, un tratado de psicoanálisis, dirigido por su compañero;  media hora necesitó para convencerla que tenía que bajar y poniéndole la cuerda en el ocho empezó a descender, empezó a bajar sí, pero sólo el cuerpo, las piernas estaban pegadas a la pared, inmóviles, lo que supuso que aproximadamente los 30m los hizo cabeza abajo mientras lanzaba improperios, insultos y demás lindezas a todos nosotros, nosotros que -avergonzado estoy de lo que nos hizo reír- la Campeona. Después de dos o tres rapeles ya tenía los nudillos desollados de pillarse las manos entre la cuerda y la pared.

Una vez llegados al curso del Mascún, pareció darnos una tregua el esplendor acuático del que éramos testigos. De fondo todavía se oían las quejas -os odio, os odio, nunca mas saldré con vosotros etc.-, pero bueno el momento era el idóneo para un descanso, comer y beber algo y hacernos algunas fotos para inmortalizar el evento. Aun sonreíamos; fueron prácticamente de las últimas fotos, las puertas de los Oscuros estaban cerca y sus traviesos Espíritus nos esperaban.

Nos pusimos en marcha de nuevo y ya no apetecía tanto mojarse, el agua estaba realmente fría y la verdad tanta agua a pelo empezaba a ser un poco sufrido. Llevábamos un retraso considerable y lo peor estaba por llegar...
De repente la garganta se cierra y la pérdida inmediata de luz solar nos ciega por un momento; no sabemos por dónde pisamos, mientras los ojos se adaptan a la nueva situación. A todo esto se va sumando "in crescendo" el ruido del agua al caer por las cascadas, entre el eco amenazante y la penumbra nos dispusimos a montar rapeles con celeridad, estaba claro que se iba a montar un gran "pollo", había nervios y mucho frío, y para colmo la coordinación en los rapeles se descompuso totalmente debido al ruido ensordecedor que impedía la comunicación. Todo eran gritos pero sin significado. En uno de los rapeles, cuando ya todos habían pasado y hacían cola en el siguiente, con el agua hasta el cuello me puse a recuperar una cuerda que estaba enredada, lo que supuso tener que realizar un esfuerzo tremendo bajo una cascada de agua helada, demasiado tiempo, sin protección térmica alguna, para a base de tirones más tarde recuperarla, cuando lo conseguí, ya estaba helado, con signos de hipotermia como mareos, la olla se me iba por momentos y la cola del siguiente rapel presagiaba lo peor. Así que avisé, -creo que lo suficientemente pálido-que si no bajaba ahora mismo ya no bajaría más tarde. Me dejaron pasar y como pude descendí aquel tramo y acurrucado en 40cm de roca donde daba un rayo de sol, fui recuperándome lentamente, mi mandíbula repicaba en los dientes a gran velocidad como castañuelas en un tablao flamenco.

Luego el cauce se tranquilizó, estrechas y largas badinas que nadar se quedaron con los últimos esfuerzos. Recuerdo que nadábamos de espaldas, lentamente, en silencio, pensando por qué estábamos allí. ¿Como pude formar parte de tan tremenda aventura?
Ya nadie sonreía, ni hablaba, tampoco había caras de satisfacción; lo que quedaba sólo eran los restos de un naufragio, bajando a la deriva por aquella badina interminable.
Una cámara acuática hubiera ido bien en aquel oscuro recorrido, de lo que allí vivimos no hay más constancia gráfica que este relato. La Nikon la saqué en un descanso pasada la ciudadela, prácticamente oscureciendo donde hice las últimas tomas.

A dos de los componentes del grupo ya no los volví a ver nunca más, y yo mentiroso de mí, juré que no volvería a bajar el Mascún (Lugar de los Espíritus), aiunque sin falta lo bajé cada temporada durante 10 o12 años, poseído, como pagando una deuda o tributo a los espíritus por darme una oportunidad, llevando eso sí, neopreno y bien equipado.
Luego se apuntaron un gran número de amigos, y amigos de mis amigos, y fue corriendo la voz hasta el infinito. Cuando me quise dar cuenta estaban bajando grupos que casi ni conocía, solo hacía que montar y desmontar rapeles como un Currito en Régimen General.
Bajé algunos más por Guara, por Ordesa, Canigó y por la Garrotxa, luego ya dejó de ser una aventura y paré.

No vayáis a pensar que soy un gran experto en barrancos, conozco muy pocos, cuando empezamos había pocos instalados, ahora creo que hay cientos. Pero un lugar de la belleza natural del Mascún, tanto por su arquitectura, entorno, dificultad contenida y divertimento no creo que haya muchos.
Los protagonistas de este relato fueron Óscar, Lucía, Adela, Jorge, Merche la Simpática y Ram.

 



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