Si hay algo que aprendemos sin consultar sin duda es a caernos, ya lo hacemos antes de andar, luego cuando conseguimos mantenernos en pie, sin saber porque decidimos asumir el riesgo y es cuando mas nos caemos. El tiempo va pasando, casi aceptamos seguir cayendo, pero claro como todo es tan fácil, no tenemos nada que temer, total vamos prácticamente a ras de suelo y caer es parte ya de nuestras vidas.
En esta tesitura nos disponemos a cruzar el puente, nuestro puente, ese que a todos nos parece tan lejano y mientras lo hacemos, vamos tomando altura, como entrando en otra dimensión, cuando ya no podemos volver atrás se hace presente el vértigo (con el que no contábamos) y dándonos –con suerte- una pequeña bofetada nos avisa y dejamos que nos acompañe el resto de nuestros dÃas.
Con él entablamos una relativa amistad, lo llevamos con nosotros a todas partes, subimos a lo mas alto y con él tocamos el cielo, nos reÃmos, jugamos, en fin, disfrutamos juntos en nuestros desafÃos.
Pasados algunos meses o años no hemos cruzado ni la mitad del puente, pero estamos confiados fortalecidos por nuestra condición atlética y por nuestro bagaje. Sabemos que dominamos en las alturas y en las profundidades, y poco apoco nos olvidamos de él, está ahÃ, pero parece que ya no nos acompañe, no contamos con él. Esta claro que nuestro amigo el vértigo ha pasado a la historia.
Hoy o ayer, mis compañeros y yo llegamos a la mitad de ese puente y estamos dispuestos a rendirle un pequeño homenaje a nuestro viejo amigo Vértigo, que sepa que sabemos que tarde o temprano volverá y esperamos que cuando lo haga nos trate igual que cuando lo conocimos y nos dé solo, una pequeña bofetada.
Por eso y solo por un dÃa, hoy nos vamos a dejar caer...